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Sobre la base de la Ciencia
Un científico no es un político. (Christian Drosten)
La pandemia del coronavirus del 2020 todavía está presente al momento de escribir este blog. Muchos países se encuentran en diversas etapas de la pandemia, y algunos están mejor que otros. En mi caso aún estoy trabajando desde casa sin poder volver al laboratorio y con una visión incierta sobre el futuro de mi proyecto de investigación.
Siempre me ha interesado una visión más filosófica de la vida, imaginando diferentes escenarios futuros en mi cabeza y reexaminando las decisiones que he tomado. En ese mismo contexto, he pensando mucho sobre el impacto que tiene la ciencia en nuestras vidas; no solo en términos de avances tecnológicos o en la ayuda que ésta brinda a la comprensión de las reglas del universo, sino también en el lugar que la ciencia ocupa en nuestra sociedad y el papel que cumple en ella.
Comunicación científica a la luz de una pandemia potencialmente mortal
La respuesta de los políticos y las comunidades a un brote viral muestra la interacción entre la ciencia, la comunicación científica y las acciones tomadas por los políticos con base en esta interacción. En Alemania, un podcast científico (NDR por sus siglas en alemán) de la periodista Korinna Hennig y el virólogo Christian Drosten, quien también asesora al gobierno alemán, se hizo famoso por su análisis detallado semanal. Para muchas personas, él es la voz calmante de la razón que siempre trata de analizar críticamente la situación actual mientras explica la evidencia científica disponible. Para una minoría, él es la encarnación del mismo diablo, ya que, en sus mentes, él obliga a la población a un encierro manipulado por una conspiración farmacéutica de orden mundial que “soñó” con esta pandemia para controlar a la población. En los peores días, Drosten recibía amenazas de muerte, incluidas amenazas en contra de su familia.
Esto se debe en parte a la imagen del científico loco que muchas películas en la última década han retratado. Por lo general, es un científico extravagante e inteligente con una moral suelta y aislado de la sociedad por algún tipo de tragedia personal, o el científico cerebrito, pero silencioso que lucha por participar como miembro funcional de la sociedad, y más bien se retira para hacer estudios que nadie fuera de su círculo parece entender. Es por esto que hay una gran desconexión entre lo que cree la gente que hacen los científicos y en lo que realmente están trabajando.
Christian Drosten decía que la ciencia solo puede aconsejar, pero nunca debe tomar decisiones que sean tarea de representantes electos por la sociedad. Esta desconexión es lo que impulsa a las personas a hacer amenazas de muerte, ya que piensan que si él (Drosten) cambia de opinión y declarara que ahora todo es seguro, podrán volver a sus vidas cotidianas.
¿Cómo se define un buen científico?
Un buen científico es imparcial, siempre critica los nuevos hallazgos, especialmente los suyos, y las declaraciones siempre se hacen con una verdad relativa a ellos, no como hechos absolutos. Los políticos, por otro lado, quieren dar seguridad y elegir evidencia científica para apoyar sus políticas que aparentemente transmiten la verdad absoluta. Una desviación en la declaración de un hallazgo es normal y hasta esperado en un discurso científico si la nueva evidencia respalda un cambio de dirección, pero para los políticos esto se ve como un signo de indecisión y, por lo tanto, debilidad. Esta urgencia de querer tener siempre la razón a pesar de que los hechos están cambiando y no respalden su argumento, es combatido como algo esencial en la educación que recibe un joven científico. Ser capaz de dar un paso atrás y dejar que los hechos hablen por sí mismos en lugar de sentirse humillados en una discusión perdida, debería ser universal. El pensamiento crítico debe ser una parte integral en la educación escolar de todos y no solo focalizarla a estudiantes universitarios.
La ciencia como base de las decisiones políticas
Los científicos brindan consejos imparciales sobre cómo reaccionar ante nuevos desafíos como el cambio climático o una pandemia. Los políticos, por su parte, selecionan y eligen a partir entre esos consejos para formular sus propias decisiones. Lo que parece estar “escuchando la ciencia”, como lo expresan algunos asesores del gobierno, puede confundirse con una verdad inmutable, pero incluso dentro de la comunidad científica, hay diferentes opiniones sobre cómo reaccionar ante un determinado evento. Esto se evidencia de mejor manera en las diferentes decisiones que tomaron los líderes de países ante la pandemia. A los países que escucharon a sus asesores científicos desde el principio (como Nueva Zelanda) les fue mucho mejor que a los países que dudaron en implementar una buena estrategia para todo el país (como Estados Unidos). Hay excepciones donde la opinión científica en el país específico se desvió del asesoramiento general en otros países (Suecia como ejemplo).
Existe un sistema subyacente de controles y equilibrios que se impulsa al llegar a un consenso en la comunidad científica a través de publicaciones y revisiones por pares de investigadores independientes anonimizados. Esto ayuda a mantener el asesoramiento a los responsables políticos lo más imparcial posible, pero también es un proceso que lleva tiempo, algo que no puede permitirse al reaccionar ante un peligro inminente. Es por eso que la respuesta a la pandemia no ha sido perfecta en todos los países que escucharon a sus asesores científicos, pero ciertamente ha sido mucho mejor que los que ignoraron todos los consejos y se centraron en la economía o en el resultado de las próximas elecciones. Espero que los políticos aprendan a escuchar la razón en el futuro, prestando mayor atención a sus asesores y científicos, manteniéndose imparciales y resistiendo la tentación de hacer declaraciones polémicas por unos segundos en el centro de atención de los medios. Espero que esto conduzca a mejores decisiones en el futuro de las que se beneficiará toda la sociedad.
(Traducido del inglés por Diana Vaca)